Usualmente, cuando los libertarios de derecha defienden la gentrificación, lo hacen ubicándola en el marco de un fenómeno de libre mercado y minimizando o ignorando el rol promotor del Estado. Eso ya es en sí mismo malo. Pero por lo general no se espera que ellos estén directamente a favor de la intervención estatal para desalojar gente pobre con el fin de promover intereses comerciales. Walter Block no hace nada a medias (Gentrification Makes the World a Better Place, LewRockwell.com, feb 9).
Él comienza, desde luego, defendiendo la gentrificación como una simple manifestación de las preferencias autónomas del mercado. El gentrificador, admite, sí ayuda a expulsar a los residentes existentes – en ocasiones de tercera o cuarta generación – de sus hogares. Se ven obligados a retirarse a «finca raíz menos codiciada. Sabemos esto puesto que, si les gustaran sus nuevos domicilios más que los previos, ya se habrían mudado allí, sin necesidad de presión por parte del mercado y su nueva señoría.» Y los hogares de donde se ven expulsados «son parte de vecindarios, comunidades y asociaciones. Tienen una historia allí. Sus hijos son alejados de sus amigos.»
A lo cual Block responde: ¿y qué? Los gentrificadores hacen todas esas cosas terribles al tratar de rentar o comprar finca raíz en un barrio, «elevando así las rentas y precios de venta por encima de lo que existiría de otro modo.»
¿Es esto injusto?, pregunta. «Desde luego que no. Asumamos que los ricos llegaran por virtud de su riqueza de manera honesta, no mediante subvenciones gubernamentales o privilegios especiales, subsidios, rescates à la capitalismo de amigotes, sino a través del capitalismo laissez-faire.» Así, habiéndose deshecho en este escenario de todo el privilegio en el mundo real de que gozan los ricos en la realidad, y del hecho de que los gobiernos locales no son nada más sino propiedades de los intereses de bienes raíces locales, Block prosigue a afirmar que cualquier otra cosa que no sea inequidad y gentrificación inclemente sería grotescamente injusta con los ricos, pues «ellos contribuyen más al bienestar general que los pobres.»
Tras esta muestra de bathos en nombre de los pobres, espero ver (mis disculpas con Un comisario de película) que uno de los asistentes de maestría de Block de un paso al frente con su «detesto verlo así, jefe. ¿se sentiría mejor si fuera y les disparara a matar a esos pobres?»
Block no llega tan lejos, pero sí incluye en su lista de ejemplos de gentrificación (además de los estudiantes universitarios «que tienen a menudo más dinero para gastar que las personas que reemplazan») el desalojo íntegro de gente pobre de sus barrios por el bien de proyectos como las ferias mundiales y los olímpicos. En ciudades que albergan los olímpicos, señala sin ambages, «la gente es trasladada en masa para crear espacio para nuevos estadios, piscinas olímpicas, arenas deportivas, etc. […] Estos exportan también trochemoche habitantes con una larga historia. Estos también erradican culturas y comunidades que florecían antes de la devastación que tuvo lugar.»
Block olvida mencionar el hecho de que todas estas cosas «suceden» con la participación activa del gobierno local, que usa la extinción de dominio para demoler vecindarios enteros (en su mayoría habitados por gente de color); vimos recientemente un ejemplo de esto en Brasil con la demolición de favelas enteras para la copa mundial a una escala que ruborizaría a Israel con sus operaciones en el banco occidental. La limpieza étnica se extiende aún más, desplazando vendedores callejeros y barriendo bajo la alfombra a los sin techo. Los burócratas olímpicos son tratados como conquistadores extranjeros, con carriles enteros del sistema de autopistas cerrados para su uso personal (si no me creen, revisen la lista de exigencias casi de realeza del comité olímpico internacional para el evento en que Boston será anfitriona en los olímpicos de verano de 2024).
Block escribe que los antigentrificación, al intentar suprimir nuestra «tendencia [natural] a emplear el intercambio y el trueque,» hacemos gala de nuestra ignorancia sobre Adam Smith. Pero Adam Smith también escribió sobre los terratenientes oligarcas hacendados Whig de su día que «gustan de cosechar donde no han sembrado.» Al no lograr reconocer la gentrificación como ejemplo de esto, Block hace gala de su propia ignorancia.
Artículo original publicado por Kevin Carson el 29 de marzo de 2015
Traducción del inglés por Mario Murillo