Un punto importante que mi colega Kevin Carson ha enfatizados repetidamente es que las relaciones laborales prevalecientes en nuestra sociedad no son simplemente el fruto de intercambios voluntarios en el libre mercado. En su lugar, son el resultado de la intervención estatal extendida que constriñe las opciones de los trabajadores, dejándolos así en una posición peor para negociar con los empleadores. Retomando a Marx, él nota que la posición de los trabajadores salariados fue particularmente influenciada por el cercamiento de los bienes comunes y el resultante despojo de los campesinos de sus tierras ancestrales. Marx llamó a este proceso acumulación primitiva y escribió célebremente que «estos nuevos hombres libres se volvieron vendedores de sí mismo solo tras ser privados de todos sus propios medios de producción y de todas las garantías de existencia provistas por los viejos acuerdos feudales. Y la historia de todo esto, su expropiación, está escrita en los anales de la humanidad con letras de sangre y fuego.»
Este no fue un proceso de una sola vez que ocurriera durante la transición del feudalismo al capitalismo. En su lugar, es un proceso continuo, observable hasta en las noticias hoy en día.
Históricamente, el presidio ha jugado un papel importante en este proceso. Esto no debería sorprender a nadie; después de todo, la prisión es una de las tácticas primarias de violencia estatal, y los estados controlados o influenciados por empleadores serán probablemente utilizados para imponer disciplina laboral.
Un ejemplo notable del uso de prisiones para imponer disciplina laboral es la criminalización de la vida de los afroamericanos sureños después de la guerra civil. Los códigos negros contienen una variedad de restricciones que aplicaban exclusivamente a los negros, muchas de las cuales tenían en miras la imposición de disciplina laboral. Muchas de estas leyes tenían por objetivo sojuzgar a los negros libertos en condiciones laborales muy similares a las que habían encarado en las plantaciones de esclavos. Por ejemplo, de acuerdo con la Fundación de derechos constitucionales:
El código de Carolina del Sur incluía una forma contractual para «sirvientes» negros que accedieran a trabaja para «amos» blancos. La forma requería que los salarios y los términos de servicio se consignaran por escrito. El contrato requería un testigo y la aprobación de un juez. Otras disposiciones del código incluían los derechos y las obligaciones del sirviente y el amo. Los sirvientes negros debían residir en la propiedad del empleador, permanecer callados y en orden, trabajar de sol a sol exceptuando los domingos, y no abandonar el recinto o recibir visitas sin el permiso del amo. Los amos podían dar latigazos «moderadamente» a los siervos menores de 18 para disciplinarlos. Azotar a sirvientes mayores requería la orden de un juez. El tiempo perdido debido a enfermedades se deducía del salario del sirviente. Los sirvientes que renunciaran antes del fin de su contrato laboral renunciaban a sus salarios y podían ser arrestados y devueltos a sus amos por orden judicial. Por otro lado, la ley protegía a los sirvientes negros en caso de que se les forzara a realizar tareas «irrazonables».
Otras disposiciones legales de los Códigos negros se utilizaban para presionar a los negros a que aceptaran estos contratos. Por ejemplo, las leyes de vagancia criminalizaban el desempleo, las apuestas, las ventas ambulantes y otras formas de «ociosidad.» Restringían fuertemente asimismo las oportunidades económicas por fuera de estas opciones jerárquicas. El economista Jeffrey Rogers Hummel señala que «Carolina del sur les prohibía practicar cualquier profesión que no fuera servicio o agricultura.» Estas restricciones a la libertad económica limitaban la movilidad laboral y el poder de negociación, obligando a los trabajadores negros a aceptar condiciones que nunca habrían tolerado en un mercado libre.
Un artículo en la revista marxista Jacobin sostiene que los códigos negros eran un caso de manual de acumulación primitiva:
Uno de los rasgos claves de la acumulación primitiva es el uso de coerción directa hasta que se naturalice la relación trabajo salariado/capital – momento en que se asienta la «famosa compulsión de lo económico» de Marx. Durante la reconstrucción, el menos por un breve periodo, la lucha política estribaba en la disyuntiva de si la emancipación habría de significar verdadera liberación. Jim Crow zanjó la cuestión a favor de los antiguos dueños de plantaciones, y la ley criminal fue el instrumento central mediante el cual el trabajo salariado se instituyó.
Los negros libertos podrían haber querido emprender cualquier actividad económica para ganarse la vida, independientemente de los jefes que solían llamarse esclavistas. Pero el estado, por medio del sistema de justicia criminal, se aseguró de que esto no sucediera.
Uno no tiene que ser marxista para reconocer que el presidio ha tenido un papel prominente en la imposición de la disciplina laboral a lo largo de la historia. Por ejemplo, en su clásico anarcocapitalista The Enterprise of Law, el economista de libre mercado Bruce Benson describe cómo uno de los primeros usos de las prisiones en Inglaterra fue la imposición de disciplina laboral:
«Las correccionales» se establecieron primero bajo el reinado de Isabel para castigar y reformar a los pobres de cuerpos aptos que se rehusaban a trabajar. Se cita a menudo una «inquietud generalizada por los hábitos y comportamientos de los pobres» como razón para justificar las leyes de los pobres en lo concerniente a la vagancia y para el establecimiento de instalaciones destinadas a «reformar» al pobre ocioso confinándolo y forzándolo a realizar trabajos pesados. Pero reportaba Chambliss que «no caben dudas de que estos estatutos fueron diseñados un propósito expreso: forzar a los trabajadores a aceptar empleos con una baja paga a fin de asegurar que el terrateniente tuviera un suministro adecuado de obreros a un precio que pudiera costear.» Semejantes leyes reflejaban claramente la función de transferencia del gobierno.
Al forzar a los pobres a trabajar por sueldos bajos, las prisiones se usaron para transferir riquezas de los trabajadores a los terratenientes con contactos políticos. Los códigos negros tuvieron un papel de transferencia similar para los dueños de plantaciones con contactos y otros empleadores blancos.
La acumulación primitiva está lejos de ser la única función de la prisión. Hoy en día, la encarcelación en masa, más que imponer disciplina laboral, castiga el emprendimiento en los mercados negros y excluye a los delincuentes del mercado laboral formal, tanto mediante la discriminación por parte de los empleadores como mediante las leyes de licencias que prohíben a los delincuentes participar en un amplio rango de ocupaciones.
Pero la historia de la prisión como herramienta para imponer disciplina laboral es importante. Nos recuerda que a menudo el gobierno redistribuye la riqueza hacia arriba reprimiendo a los trabajadores en beneficio de los empleadores. Y cuando entendemos eso, podemos entender por qué la lucha contra la pobreza y la explotación están estrechamente vinculadas a la lucha por la libertad.
Artículo original publicado por Nathan Goodman el 11 de abril de 2016.
Traducción del inglés por Mario Murillo.