La historia de la Universidad de Bolonia ofrece un ejemplo de cómo los mecanismos de orden espontáneo que subyacen tras el anarquismo de mercado — mecanismos como asociaciones de aseguramiento de ayuda mutua y jurisdicciones legales en competencia — pueden operar a nivel universitario.
Muchas universidades medievales se manejaban de arriba abajo. La Universidad de Paris, por ejemplo, fue fundada, organizada y auspiciada por el gobierno, y los estudiantes eran estrictamente regulados y controlados por la facultad. Pero la Universidad de Bolonia se manejaba de abajo arriba — controlada por estudiantes y auspiciada por estudiantes. En cuanto a su fundación, nadie inició en realidad la universidad — fue algo que sencillamente sucedió. La Universidad de Boloña surgió espontáneamente, a través de las interacciones de individuos que estaban intentando generar algo diferente.
En el siglo XII, Bolonia era un centro de vida intelectual y cultural. Venían a la ciudad estudiantes de toda Europa para realizar estudios con académicos eminentes. Estos profesores individuales no estaban organizados originalmente en una universidad; cada uno operaba free lance, ofreciendo asignaturas por cuenta propia y cobrando cualesquiera tarifas que los estudiantes estuvieran dispuestos a pagar. Si un profesor era terrible enseñando o cobraba demasiado, sus estudiantes recurrían a un profesor diferente. Los profesores tenían que competir por los estudiantes y recibían su paga solamente si los estudiantes consideraban que merecía la pena tomar sus asignaturas.
Bolonia vio pronto la llegada de cohortes de estudiantes foráneos. Pero ser extranjero en Bolonia tenía sus desventajas. Los metecos eran sometidos a toda clase de lastres legales. Por ejemplo, se los hacía responsables de las deudas de sus connacionales. Esto es, si John, un mercader inglés, debía dinero a Giovanni, nativo boloñés, y se evadía de la ciudad, entonces al inocente transeúnte James, si James era ciudadano inglés, podía exigírsele, con base en la ley boloñesa, pagar a Giovanni el dinero que John debía.
Los estudiantes extranjeros comenzaron por ende a agruparse, por cuestiones de aseguramiento mutuo y protección, en asociaciones llamadas «naciones» de acuerdo a sus diversas nacionalidades. Una nación podía componerse de estudiantes ingleses, otra de estudiantes franceses y así sucesivamente. Si algún estudiante necesitaba asistencia (v.g., pagando las deudas de otra persona como parte de las obligaciones con el gobierno), los otros miembros de su «nación» aportaban para ayudar. Cada uno estaba dispuesto a contribuir con el grupo con este propósito a cambio de la certeza de que podría retirar dinero de estos recursos en un momento de necesidad.
Con el paso del tiempo las diferentes «naciones» vieron la utilidad de repartir el riesgo más ampliamente combinándose en una organización mayor llamada universitas. Esta no era aún la universidad en el sentido moderno de la palabra; el equivalente más próximo en español al vocablo latino universitas es «corporación». La universitas era esencialmente un proyecto cooperativo estudiantil; los profesores no hacían parte de esta. La universitas se gobernaba democráticamente. Un consejo representativo que consistía en dos miembros de cada «nación» llevaba a cabo negocios ordinarios, mientras que las cuestiones de importancia se decidían por voto mayoritario en una asamblea compuesta por todos los miembros de la universitas. (La similitud con la antigua constitución ateniense es sorprendente) La universitas arbitraba disputas internas y proveía a sus miembros con asistencia social.
Una vez que la universitas se había formado, los estudiantes contaban con un medio de negociación colectiva efectiva con el gobierno de la ciudad (algo así como un sindicato moderno). Los estudiantes podían ejercer una influencia considerable en las disputas con la ciudad pues, si decidían irse a «huelga» abandonando la ciudad, los profesores seguían a sus clientes y la ciudad perdía una fuente importante de ingresos. Así pues, la ciudad cedió, reconoció los derechos de los estudiantes extranjeros y confirió a las universitas jurisdicción civil y criminal sobre sus propios miembros. Pese a que la universitas era una organización puramente privada, adquirió el estatus de un sistema legal independiente que existía dentro del marco del gobierno de la ciudad, pero no subordinado estrictamente a este.
¿Cómo se convirtieron las universitas de Bolonia en la Universidad de Bolonia? Bien, pues este nuevo medio de negociación efectiva con la ciudad podía usarse también como medio de negociación colectiva efectiva con los profesores. Los estudiantes, organizados en una universitas, podían controlar a los profesores boicoteando clases y reteniendo pagos. Esto le confería a la universitas el poder de determinar la extensión y los contenidos de los cursos, así como las tarifas de los profesores. Pronto se empezó a contratar y despedir a los profesores como universitas en lugar de como miembros individuales que actuaran independientemente. En este punto podemos finalmente traducir universitas como «Universidad».
Como empleados de una Universidad manejada por estudiantes, los profesores podrían ser multados si no iniciaban y finalizaban sus clases a tiempo o si no agotaban todo el material del curso para el fin del mismo. Había un comité estudiantil asignado para mantener un ojo en los profesores y reportar cualquier problema de conducta; los miembros de este comité se llamaban oficialmente Denunciantes de Profesores.
Los docentes no eran completamente impotentes; formaron una asociación de negociación colectiva propia, el Colegio de Profesores, y ganaron el derecho de determinar tanto las tasas de exámenes como los requerimientos para la obtención del grado. Fue así que surgió un balance de derechos por medio de la negociación: las obligaciones de los profesores estaban determinadas por los estudiantes, mientras que las obligaciones de los estudiantes estaban determinadas por los profesores. Era un esquema de poder compartido; los estudiantes, no obstante, siguieron siendo la parte dominante, ya que eran ellos los clientes y quienes ejercían mayor influencia.
Esta disposición semianarquista llegó eventualmente a su fin cuando el gobierno de la ciudad se hizo cargo y empezó a pagar directamente a los profesores con ingresos tributarios, convirtiendo así la Universidad de Bolonia en una institución de financiación pública. Ya sea que interpretemos esta movida como altruismo de carácter público o como una toma de poder cínica, el resultado fue que los profesores se volvieron dependientes del gobierno de la ciudad antes que de los estudiantes, quienes perdieron su ventaja de otrora a medida que el poder se desplazaba del cuerpo estudiantil hacia los políticos boloñeses.
Fuente principal: Harold J. Berman. Law and Revolution: The Formation of the Western Legal Tradition. Harvard University Press, Cambridge, 1983.
Artículo original publicado el 18 de enero de 2015 por Roderick Long
Traducción del inglés por Mario Murillo