Aceptémoslo, el coqueteo del movimiento libertario con los paleoconservadores a lo largo de los años nos ha conducido a la situación en que nos encontramos hoy. Los derechistas alternativos y otros autoproclamados fascistas, nacionalistas blancos y separatistas raciales sienten que pueden utilizar el movimiento libertario como espacio de reclutamiento: todo a pesar de su disposición para aplastar las libertades individuales a fin de lograr sus metas. Sin embargo, las raíces del libertarismo son antifascistas. Deberíamos empeñarnos en adoptar una fuerte postura antifascista si hemos de ser consistentes y fieles al linaje de nuestro movimiento.
Por aquellos días en que el movimiento era más explícitamente socialista, a muchos de los libertarios americanos tempranos se les rotulaba peyorativamente como antifascistas. Esto ocurrió en un momento en que el gobierno estadounidense estaba en términos relativamente buenos con la Italia fascista y (en menor medida) la Alemania nazi. Algunos de estos libertarios sintieron que la lucha en contra del fascismo era tan importante que viajaron a España y formaron la Brigada Abraham Lincoln para combatir con la Segunda República Española contra sus enemigos fascistas. Lograron liberar brevemente Cataluña y convertirla en un experimento de comunismo libertario.
Hoy, el movimiento libertario americano está basado en gran parte en otras dos tradiciones: el movimiento social anarquista/socialista libertario y el liberalismo clásico. El liberalismo clásico tiene asimismo su propia tradición antifascista, ejemplificada por pensadores tales como Ludwig von Mises. En los días tempranos del fascismo italiano — cuando se lo percibía favorablemente por parte de la población italiana a causa de su enérgica oposición a las variantes autoritarias del comunismo — Mises escribió en su libro Liberalismus que «el gran peligro que amenaza la política interna por el lado del fascismo estriba en su plena fe en el poder decisivo de la violencia».
Mises continuó:
Vaya política doméstica la del fascismo. El que su política exterior, basada en el principio jurado de la fuerza de las relaciones internacionales, no pueda sino dar lugar a una interminable serie de guerras que tendrán que destruir toda la civilización moderna no requiere discusión alguna. A fin de mantener y subsecuentemente elevar nuestro nivel actual de desarrollo económico, la paz entre las naciones ha de asegurarse. Pero no podrán convivir en paz si el derrotero básico de la ideología por el que se gobiernan es la creencia de que la nación propia puede asegurar su lugar en la comunidad de naciones por la fuerza solamente.
Esta crítica condenatoria del fascismo se escribió en los días tempranos del ascenso al poder de Benito Musolini: antes de que la verdadera amenaza del fascismo se hiciera latente. Aunque no se lo «difamó» tachándolo prematuramente de antifascista, no cabe duda de que Mises era un antifascista por lo menos seis años antes de que el antifascismo se convirtiera en una tendencia convencional. Una vez que Alemania comenzó a mezclar el fascismo con el racismo genocida, Mises supo que corría peligro. En 1940 Mises y su esposa volaron a Nueva York para escapar de la persecución nazi. Allí residió hasta su muerte.
La idea de que los fascistas modernos pueden incursionar exitosamente en un movimiento acusado históricamente de ser antifascista antes que los demás parece completamente absurdo. Tristemente, esto es exactamente lo que ha pasado. Con Augustus Sol Invictus y otros haciendo campaña con el estandarte del Partido Libertario, Milo Yiannopoulos expresando sentimientos «anarcocapitalistas» y el Grupo Hoppe invitando a Richard Spencer al ISFLC17, es hora de afirmar fuerte y claramente la postura antifascista del libertarismo.
Con esto en mente, aplaudimos los esfuerzos que están siendo llevados a cabo por personas como Adrian Wyllie, quien prefirió renunciar que servir en un partido que dio una plataforma a personas como Invictus. Aplaudimos a Jeffrey Tucker, quien ha hecho tanto desde el ISFLC17 para dejar claro que los fascistas no son bienvenidos en nuestros círculos. Aplaudimos a Estudiantes por la Libertad por prohibir a Richard Spencer y a el grupo Hoppe la entrada a todos los eventos de SFL. Aplaudimos a Will Coley por hacer que Richard Spencer se sintiera incómodo en ISFLC17 y por no permitir a personas como Augustus Invictus tener una plataforma sin encarar una oposición en el debate. Aplaudimos a Derrick Broze por publicar varios videos en que explica por qué el fascismo y el libertarismo no pueden aliarse. Más que todo, damos la bienvenida al recién formado Comité Antifascista Libertario en su esfuerzo por unificar estos esfuerzos en un frente libertario unido contra el fascismo mientras intenta generar redes con el movimiento antifascista más amplio.
El Comité Antifascista Libertario se formó con la meta de conducir el Partido Libertario y, más ampliamente, el movimiento libertario de mercado hacia una dirección antifascista más militante, haciendo que los fascistas se sientan íntegramente mal acogidos en los círculos libertarios y trabajando con otros movimientos antifascistas en áreas donde haya concordancias con el fin de combatir asimismo el fascismo fuera de los círculos libertarios.
El libertarismo y el fascismo no pueden coexistir. El primero se basa en la no agresión y el segundo está arraigado en la violencia opresiva. No debemos caer en la trampa de su renovación de imagen mediante un «separatismo voluntario» o cualquier otra propaganda que produzcan en aras de entrar en nuestros espacios y reclutar gente para su causa antilibertad. Jeffrey Tucker dijo que no hay lugar para fascistas en una conferencia antifascista; LAFC respalda y lleva más lejos la idea al adoptar la postura de que no hay absolutamente ningún lugar para los fascistas en las proximidades de un movimiento antifascista. Así pues, ¡reclamemos el legado antifascista del libertarismo y expulsemos a los fachos de nuestro movimiento de una vez por todas!
Artículo original publicado por Logan Marie Glitterbomb el 11 de abril de 2017
Traducción del inglés por Mario murillo