Si se frecuentan círculos sociales mediáticos de la derecha libertaria, es probable toparse—más de una vez—con el popular meme “World Population Living in Extreme Poverty, 1820-2015” (Población mundial que vive en extrema pobreza. 1820-2015). Se trata de un gráfico que muestra altos niveles de pobreza absoluta relativos al total de la población mundial a través de la mitad del siglo XX, con un rápido incremento en la porción de la población fuera de la pobreza absoluta iniciando alrededor de 1950, y un rápido declive cuantitativo de los números de pobreza absolutos desde la mitad de los años 70.
La última iteración de este meme a la que fui expuesto pertenecía a la página de Facebook de Peter St Onge, uno de los sospechosos usuales de Mises.org. Acompañaba el meme con el comentario “Ya ven, pues; este es el por qué el capitalismo global debe ser aplastado […]”.
En defensa del capitalismo, esto es más o menos comparable en estupidez al meme de “¡Miren! Gente con iPhones tweeteando #resistcapitalism”, que circuló hace algunos meses. Para comenzar, aún si se toman los datos en su valor nominal, el argumento no tiene sentido. Al igual que con la mayoría de apologistas del capitalismo, St Onge y otros que hacen circular este meme ni siquiera parecen saber qué es lo que defienden: ¿será el capitalismo global de facto o los mercados libres como tal? La característica que identifica al libertarismo vulgar es que alterna entre amalgamar el capitalismo corporativo con el libre mercado y distinguir el uno del otro, de un momento al siguiente, sin siquiera reconocer el bailecillo que llevan a cabo. Incluso los libertarios de derecha inclinan el sombrero ante la existencia del “capitalismo de amigotes” o “corporativismo”.
Así pues, ¿está St Onge defendiendo el registro del capitalismo de facto al sacar a la gente de la pobreza?, o ¿está aduciendo que los mercados libres como tal sacan a la gente de la pobreza, mientras sugiere al tiempo que el capitalismo global de facto es un sustituto lo suficientemente cercano de los mercados libres?
Solo como hecho histórico documentado, es indisputable que el capitalismo—entiéndase el sistema histórico real de economía política que sucedió al feudalismo hace quinientos o seiscientos años— tuvo sus orígenes en el hurto y cercamiento masivo de la tierra y sus recursos minerales, y sigue adquiriendo la inmensa mayoría de sus ganancias de rentas provenientes de monopolios, barreras de acceso al mercado, cercamientos y subsidios. El sistema presente, tanto en sus orígenes como en su presente estructura, no se aproxima de ningún modo incluso remotamente a un mercado libre. Es un sistema de subsidios estatales masivos y monopolios implementados por el estado, todo en defensa de enormes concentraciones de propiedad robada y réditos continuos y garantizados sobre dicha propiedad hurtada.
Así que a St Onge y a aquellos de su tipo les quedan dos opciones. Sea 1) todo ese latrocinio y esa continua extracción de riquezas amparada por el estado es un prerrequisito esencial del progreso económico; sea 2) ha habido una reducción de la pobreza A PESAR del marco de extracción capitalista, proveniente de toda la productividad que este NO logró cercar y hurtar. Lo cual significa que la fuente real de productividad fueron las habilidades de la gente y las relaciones horizontales—lo que David Graeber llama “comunismo cotidiano” de labor cooperativo de gente ordinaria, que existe en los intersticios tanto de las burocracias estatales como de las corporativas—y el capitalismo simplemente parasitó estas habilidades y relaciones.
Como lo dijo una vez Arthur Chu, “El capitalismo no produjo nada. Los bienes y servicios son producto del trabajo. Lo que el capitalismo y otros –ismos hacen es determinar cómo se distribuye el producto”.
Lo mejor que se puede decir del capitalismo, aún si se toma ese estúpido meme en su valor nominal, es que, tras robar masivamente (y en ocasiones exterminar o esclavizar) al mundo entero y continuar extrayéndonos rentas hasta el sol de hoy, el capitalismo se abstuvo lo suficiente de interrumpir nuestras relaciones horizontales y nos permitió conservar lo suficiente de los frutos de nuestra cooperación y productividad, tras habernos robado, para experimentar algún incremento en nuestro estándar de vida.
Sin duda algunos libertarios de derecha entre la audiencia ya estarán diciendo: “¡Pero todo eso es capitalismo de amigotes (o corporativismo), no capitalismo, bla bla bla!” Bien. Pero lo que Onge elogió por su supuesto incremento en la prosperidad fue el capitalismo de facto y no algún libre mercado idealizado. No se puede, como lo he argumentado antes (“When is Capitalism Not Capitalism? (¿Cuándo el capitalismo no es capitalismo?)” C4SS, Enero 14 de 2016), concederle crédito al capitalismo de facto por las cosas buenas mientras se definen las atrocidades y crímenes de este mismo capitalismo como elementos foráneos. Pero es eso lo que hace el grueso de los apologistas libertarios de derecha procapitalistas. De acuerdo a estos “el capitalismo es la fuente de todo lo bueno en el mundo, pero así mismo algo que nunca existió. Y [el argumento] salta repetidamente de adelante atrás, de lo uno a lo otro cada pocas frases”.
O se defiende el capitalismo de facto, y se admite lo bueno con lo bueno, o se defienden los mercados libres. Uno o lo otro. No se puede seguir saltando de adelante atrás entre ellos.
Pero incluso los datos mismos, que presuntamente muestran un declive drástico en los niveles de pobreza absoluta, son desdeñables. La medida de la “pobreza absoluta” se basa en el tamaño de la economía monetaria, así que cualquier cosa que resulte en un desplazamiento de la actividad económica desde la economía no monetaria hacia el vínculo monetario (cash nexus) va a mostrar un incremento en los salarios per cápita independientemente de si el consumo real de bienes físicos incrementa en absoluto — o si de hecho disminuye.
Tómese el ejemplo de un terrateniente capitalista que cerca la tierra comunitaria de un poblado a la que el campesinado tiene derecho consuetudinario de propiedad, o que les roba, de similar modo, su derecho de acceso a pastos, maderas o marismas comunales. En lugar de procurarse directamente sus medios de sostenimiento fuera de la economía monetaria, estos campesinos se ven forzados a realizar trabajo asalariado para el terrateniente que ha cercado la tierra, o, si han sido desalojados, entrar al mercado laboral asalariado urbano. Deben entonces comprar comida para sí mismos en el vínculo monetario. Esto se manifiesta tanto en un incremento en el PIB como en un incremento drástico en el salario de la gente que fue robada —en otras palabras, como una reducción en la pobreza absoluta— a pesar de que las víctimas están trabajando más duro por menos comida y abrigo del que recibían por fuera del vínculo monetario. En otras palabras, la medida trata la “ventana rota” de Bastiat como un incremento en la prosperidad.
Más aún, los datos mismos han sido adulterados por razones políticas. La campaña Millenium de la ONU, la fuente de información de ese estúpido meme, ajustó la definición de pobreza extrema hasta que amasó los números a fin de obtener los resultados que querían. (Jason Hickel, “Exposing the great ‘poverty reduction’ lie (Exponiendo la gran mentira de la “reducción de la pobreza”),” Al Jazeera English, 21 de Agosto de 2014). Redujeron el tope de la “pobreza extrema” hasta que mostraba una disminución en el número de personas bajo ese tope, en lugar de incrementar bajo el tope anterior.
Gente como St Onge revela su verdadera cara al llegar tan lejos para defender los registros del capitalismo de facto, mientras se presenta como defensora de los “mercados libres”. Los liberales clásicos tempranos como Smith y Ricardo eran en una medida considerable genuinos radicales que analizaban críticamente el poder económico de los grandes intereses territoriales y mercantiles. Pero con el triunfo político de los industrialistas en Gran Bretaña en los años tempranos del siglo XIX, el liberalismo clásico convencional fue cooptado por los intereses de la clase dominante incipiente, y se transformó en lo que Marx llamó “economía política vulgar”, o “pugilato pagado” en nombre del capitalismo. Sus representantes utilizaron la retórica del “libre mercado” para defender un sistema de poder estatista. Y esto sigue siendo verdad acerca del grueso del movimiento libertario hasta el día de hoy.
Afortunadamente, algunas críticas significativas y radicales desde el liberalismo clásico han persistido como una corriente minoritaria dentro del todo que es el libertarismo, y siguen participando en críticas al capitalismo como sistema de clases desde la perspectiva del libre mercado. En el siglo XIX Thomas Hodgskin, Henry George y los individualistas estadounidenses produjeron un incisivo análisis de libre mercado anticapitalista, lo cual siguió haciéndose a través del siglo XX en la persona de Bolton Hall, Franz Oppenheimer y Ralph Borsodi. El Centro para una sociedad sin estado, el centro de investigación para el que escribo estos comentarios, es un ejemplo contemporáneo líder en esta clase de tendencias.
Al final, se puede defender el capitalismo — el nexo de intereses de clase capitalista con sus pilas de botines robados y el estado — o se puede defender los mercados libres. No se puede defender ambos.
Artículo original publicado por Kevin Carson el 25 de agosto de 2016
Traducción del inglés por Mario Murillo