El conservatismo y el libertarismo no van de la mano. Incluso en casos donde los conservadores utilizan la misma retórica que los libertarios, sucede muy a menudo que no se refieren para nada a lo mismo que nosotros. Su “libre mercado” es una apología para el statu quo y el corporativismo global, su “igualdad ante la ley” está reservada solo para sus grupúsculos tradicionalmente privilegiados (piénsese en el debate sobre el matrimonio de personas del mismo sexo), su “gobierno limitado” aún retendría un complejo militar industrial y un aparato de seguridad nacional masivos, sus “derechos individuales” se extienden solo hasta que alguien decide fumarse un porro o finalizar un embarazo. Mirando románticamente hacia atrás hacia alguna época imaginaria de libertad estadounidense, los conservadores pueden a veces parecer libertarios, pero su posición es esencialmente tradicionalista. Son las tradiciones estadounidenses percibidas (el bueno, el malo y el feo) lo que los conservadores tienen en gran estima, independientemente de los valores sobre los cuales están basadas esas tradiciones percibidas. Los libertarios, en contraste, valoran la libertad humana, y, pese a que puede que lleguemos a esta posición usando una amplia variedad de senderos filosóficos diferentes y a menudo conflictivos, es la libertad lo que más valoramos al evaluar políticas y sistemas de teoría política.
Los códigos de identificación política y la terminología son a menudo nebulosos. Términos como “conservador”, “liberal” y “derechista” significan una hueste de cosas diferentes para diferentes personas. Sin argüir que todas las posiciones que ahora se denominan “izquierdistas” sean libertarias (ciertamente no lo son), quiero sugerir que, como sea que se le mire, el libertarismo le pertenece a la izquierda política. Sustento este argumento en una definición sugerida de “izquierda” que aduce que una posición política de izquierda es una que desafía el estado existente de las cosas, mediante la efectuación de cambios concretos, concentrándose a menudo en divisiones de clase (entre otras divisiones) como fuentes de injusticia, y adoptando, de una u otra forma, una cualidad populista. No podemos equiparar fácilmente “izquierdista” con “liberal”, pues este último subsume demasiadas definiciones de por sí irreconciliables. Tampoco podemos afirmar que “izquierdista” sea sinónimo de “socialista”, pues esta palabra sufre los mismos problemas definitorios que “liberal”. Podemos decir que liberalismo y socialismo son aspectos y ejemplos de la izquierda histórica, la cual, en esencia, supone un ataque a las injusticias y deficiencias del statu quo, definido política, económica y socialmente. Ciertamente, estos ataques se manifiestan en una amplia variedad de diferentes prescripciones y programas políticos, algunos dispuestos a aceptar reformas graduales a través de los canales apropiados del Sistema existente, algunos otros instando a un derrocamiento revolucionario del gobierno. En algunas ocasiones los movimientos y filosofías de izquierda son libertarias (v.g., las abundantes formas de socialismo libertario); a menudo son autoritarias (v.g., China bajo el control del Partido Comunista de Mao). Similarmente, los movimientos y filosofías de derecha pueden ser más o menos libertarias, si bien puede aducirse que libertarismo de derecha es un oxímoron, una suerte de desviacionismo que malentiende la relación empírico-causal entre la libertad como tal y las estructuras de poder prevalecientes, las normas culturales y la distribución de la riqueza.
Efectivamente, numerosos escritores e historiadores anarquistas han notado que la palabra “libertario” fue acuñada y utilizada originalmente por socialistas de izquierda, anticapitalistas que buscaban distinguir sus socialismos antiestatistas de las variantes estatistas. Como escribe el historiador inglés Peter Marschall “En los círculos anarquistas, [la palabra libertario] fue utilizada primero por Joseph Déjacque como título para su diario anarquista Le Libertaire, Journal du Movement Social”; utilizada, como lo ha sido a menudo desde entonces, como sinónimo de “anarquista”. Nadie es dueño de la palabra, y, si uno se deleita identificándose como libertario, entonces, en opinión de quien escribe, esa es razón suficiente para identificarse como tal. Podemos, no obstante, ponderar si los libertarios de derecha, conservatarios (amalgama entre conservador y libertario) y los de similar talante están conscientes de la asociación histórica que tiene la palabra con los máximos extremos de la izquierda política, específicamente el socialismo. ¿Sería relevante para ellos el hecho de que, durante el siglo diecinueve, los libertarios, las personas que favorecían la maximización de la libertad humana, fuesen fervientemente anticapitalistas? Es quizá paradójico que el grupo que virtualmente todos los comentadores identifican como ubicado a la extrema derecha del espectro político, los libertarios, haya adoptado la etiqueta preferida de la extrema izquierda. Empero, esta aparente paradoja podría de hecho apuntar a un defecto en el espectro político izquierda-derecha tal y como lo conocemos, dependiendo de qué tan parecidos creemos que son realmente los libertarios de izquierda y de derecha. Es decir, si creemos que estos dos grupos son en realidad bastante similares, entonces tal vez no deberían ocupar polos opuestos del espectro. Si, no obstante, los libertarios de izquierda y derecha son tan disímiles como su posición en el espectro lo sugiere, entonces puede que la estructura aceptada de izquierda-derecha esté cumpliendo con su trabajo, ofreciendo una herramienta útil para posicionar y entender posturas políticas complejas y a menudo internamente inconsistentes.
He sido por largo tiempo de la opinión de que el espectro político no es especialmente útil como herramienta, de que no logra descifrar significativamente las sutilezas de las posiciones políticas disponibles, tanto en política práctica como en la teoría. Sus defectos y las contradicciones internas que pareciera presentar hacen más daño que bien. No obstante, si debemos postular un espectro tal (y no está del todo claro que debamos hacerlo), sugeriría entonces un espectro lineal y unidimensional que ubique los libertarismos de toda clase en los espacios más hacia la izquierda y los autoritarismos de toda clase en los espacios más hacia la derecha, siendo Libertad contra Autoridad la división genuina. En esta clase de espectro, toda la actividad política estadounidense tiene lugar bien hacia el lado derecho, dado que virtualmente todos los oficiales electos exhiben una forma de autoritarismo moderado o “suave”. El espectro libertario-autoritario resuelve la aparente paradoja de los paradigmas libertarios de izquierda y derecha. Más aún, sortea los debates tan carentes de sentido que giran en torno a, por ejemplo, si el nazismo fue un fenómeno de derecha o de izquierda. ¿Por qué no puede ser el nazismo tanto una ramificación del socialismo como inequívocamente de derecha, o sea, autoritario?
Establecidos sus principios, la filosofía de la libertad dejaría poco de la actual estructura política y económica en pie. El libertarismo no puede, por lo tanto, clasificarse con el conservatismo. “¿Cómo – preguntó Auberon Herbert – puede ser otra cosa que malvado el arrebatarle a un hombre su inteligencia, su voluntad, su autogobierno?” Y, efectivamente, ¿qué hay de “derecha” en el hecho de dejar a todo el mundo libre de las invasiones de la violencia de estado y de todas formas de agresión? Nuestro espectro político actual y los procesos mentales que lo crearon deben estar desesperadamente embrollados si algo simple como la no violencia y la soberanía individual son tratadas como posiciones de derecha. Así como hubo varios tipos de liberalismo germinantes durante, por ejemplo, la Revolución francesa, ampliamente definidos por ideas de republicanismo, democracia representativa y los derechos naturales de cada individuo, así también pues hay una gran variedad de tradiciones libertarias. A pesar de sus diferencias, es deber nuestro agruparlas juntas en lugar de tan lejos como sea posible. Tómese la frase de Roderick Long, “al construir nuestras categorías taxonómicas, es deber nuestro oponernos al apartheid anarquista y, similarmente, al apartheid libertario”. Al hacer de la división libertario-autoritario la distinción crucial, la brújula política (véase PoliticalCompass.org) es superior a otras concepciones más populares del espectro político. Aún así, su aparente tratamiento de las economías basadas en el mercado como intrínsecamente de derecha, aún cuando son propiamente libertarias, denota manifiestamente confusión y exhibe el mismo problema que el espectro que hace del libertarismo convencional la antítesis del anarquismo convencional. Un espectro unidimensional que contraste la libertad con la autoridad es más acertado y más eficaz a la hora de explicar varias posiciones políticas, ubicando el libertarismo completamente hacia la izquierda, donde pertenece, como postura inherentemente radical y como expresión consistente de libertad e igualdad.
Artículo original por David S. D’Amato, el 19 de mayo de 2015
Traducido del inglés por Mario Murillo.