En un artículo del Washington Post del mes pasado (“Why rental apartments have more inefficient fridges,” diciembre 22), Brad Plumer investigó por qué las unidades de alquiler tienden a tener frigoríficos menos eficientes que los hogares privados. La respuesta, obviamente, es que, pese a que los frigoríficos son adquiridos generalmente por el casero o administrador de la propiedad, son los inquilinos quienes pagan la cuenta de la electricidad.
Este es un clásico ejemplo de una externalidad, lo cual significa que las consecuencias positivas y negativas de una decisión no son plenamente asumidas por la persona que decide, o, dicho de otro modo: la persona que asume las consecuencias carece de la autoridad para decidir. Bajo tales circunstancias, las decisiones que optimizan la utilidad de un individuo racional pueden resultar en una utilidad con bajo rendimiento para el sistema como un todo. La máxima racionalidad y eficiencia requiere que todos los costos y beneficios de la decisión de un actor particular sean incluidas en el balance final que dicho actor usa para calcular la utilidad personal.
Las externalidades resultan de la autoridad. La autoridad posibilita a un actor maximizar su utilidad personal, mientras realiza elecciones de bajo rendimiento, al imponer las consecuencias negativas de sus elecciones a otros actores con menos autoridad.
Una jerarquía es un mecanismo por medio del cual un actor en un rango de autoridad tiene la posibilidad de transferir costes y esfuerzos hacia abajo, mientras se apropia de los beneficios de los esfuerzos de otros. En una jerarquía, la autoridad de los de arriba sustituye el juicio nacido de la experiencia de aquellos que están en contacto directo con una situación. El juicio de la persona mejor calificada para realizar un trabajo es siempre objeto de interferencia por parte de alguien con menos conocimiento, cuyo interés primario es vivir del esfuerzo excedente de aquellos por debajo.
Cuando se permite que las reglas nacidas de la autoridad interfieran con el juicio nacido de la experiencia de aquellos realmente involucrados en una situación, el resultado solo puede ser una reducción neta en la eficiencia y la racionalidad. Así que la cuestión es, ¿cómo es que tal situación actual de bajo rendimiento continúa?
La respuesta, para decirlo sin ambages, es que permite que se nos ordeñe más fácilmente. El interés propio de aquellos que detentan la autoridad estriba, no en el hecho de optimizar la eficiencia del sistema como un todo, sino en maximizar su propia extracción de rentas de este. Su interés se encuentra en maximizar el tamaño absoluto de su trozo del pastel, incluso si esto resulta globalmente en un pastel más pequeño.
Aquellos en posiciones de autoridad no pueden permitirse hacer la cosa más eficiente, a saber, dejar de intervenir con los juicios de aquellos que realmente saben lo que están haciendo; pues saben que sus intereses se oponen diametralmente a los nuestros.
La eficiencia solo es posible cuando las competencias y el conocimiento nacido de la experiencia para hacer un trabajo, la plena autoridad en la toma de decisiones para servirse del propio juicio, y la plena internalización de las recompensas de la propia actividad, están todas aunadas en el mismo actor. Pero desunir estos elementos es la presuposición estructural más básica de nuestro sistema económico.
El privilegio económico, la autoridad, existe a fin de que aquellos en la cima puedan vivir de la inmerecida riqueza creada por otros. A aquellos que producen la riqueza real en el fondo no se les puede confiar la discreción de servirse de su propio juicio, pues no tienen un interés racional en maximizar la extracción de rentas de sus superiores.
Las jerarquías existen en situaciones donde aquellos que están participando de una actividad tienen un conflicto de intereses fundamental con aquellos que dirigen esa actividad y se benefician de ella.
Shevek, el anarquista protagonista de la obra de Ursula LeGuin Los desposeídos, llegó a la conclusión de que la jerarquía es un modo de hacer tan eficientemente como sea posible lo que no debería hacerse en absoluto. Una jerarquía es una máquina, básicamente un motor a vapor salido de la era de las fábricas, que sirve para obligar a la gente a hacer algo que no tiene interés racional en hacer, para beneficio de aquellos con quienes tiene un conflicto fundamental de intereses.
Nosotros los anarquistas queremos eliminar la autoridad como mecanismo mediante el cual algunas personas viven a expensas de otras e imponen su juicio sobre otras. Queremos crear una sociedad en la que toda la autoridad para la toma de decisiones sea poseída por aquellos con el juicio para hacer el trabajo, y toda acción social comunal sea el resultado de acuerdos y cooperación voluntaria. Queremos crear una sociedad en la que nadie se vea obligado a trabajar para alimentar a una clase de rentistas y en la que todo esfuerzo reciba su plena recompensa.
Artículo original publicado por Kevin Carson el 09 de enero de 2013
Traducción del inglés por Mario Murillo