No creo que nadie se sorprenda por esto, pero Reporteros sin Fronteras bajó a los Estados Unidos 14 lugares en su Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa en comparación con el año pasado – desde el 32vo al 46vo.
Citando el abuso de la administración Obama de la Ley de Espionaje para hostigar a los periodistas y las fuentes, el encarcelamiento del denunciante del ejército de los EE.UU. Chelsea Manning, las amenazas de arresto e incluso asesinato al denunciante del NSA Edward Snowden, el acoso a los periodistas que lo asistían informando al público, y la amenaza de 105 años de prisión al periodista Barrett Brown por publicar un enlace en una página web, RSF designa a los EE.UU. como uno de los dos “gigantes del Nuevo Mundo que no dan el ejemplo” (el otro es Brasil).
Estas críticas son razonables y justas, pero RSF se equivoca al afirmar que los EE.UU. “por mucho tiempo fue la encarnación de una democracia establecida en la que reinaban las libertades civiles”. De hecho, el gobierno de EE.UU. tiene una larga y sórdida trayectoria de persecución de periodistas que se remonta casi a su fundación.
Sea el procesamiento penal de escritores por “difamar” al segundo y tercer presidentes de los Estados Unidos, la censura en tiempo de guerra (no sólo de información militar importante, si es que eso fuese una excusa razonable, sino explícitamente para garantizar el seguimiento de las líneas de política del régimen), el “comstockerismo” moral, o el acoso y persecución penal de cualquier persona que revelara verdades incómodas en momentos inoportunos, el estado norteamericano siempre ha tratado a las “libertades civiles” como meras conveniencias a ser suprimidas en cualquier momento que se conviertan en inconveniencias.
La verdadera cuestión planteada por la caída continua de EE.UU. en la clasificación de RSF es esta: ¿Por qué será que ese país ha encontrado durante los últimos años que la libertad de prensa es menos últil para sus objetivos, llevándolo a suprimirla cada vez más de lo habitual?.
O para ponerlo en contexto: ¿Por qué es que entre los estados gerencialistas autoritarios que emergieron en el mundo durante la primera mitad del siglo XX los EE.UU. estuvieron más dispuestos a aceptar más libertad de prensa como cuestión de rutina que Mussolini, Hitler, Franco o Stalin… y qué ha cambiado últimamente para que redujera su disposición a tolerar a los periodistas y sus fuentes?.
La respuesta es que mientras que los otros cuatro dictadores llegaron al poder a través de la violencia política abierta y se consideraban (con razón) acosados desde el comienzo de sus reinados, el estado de seguridad nacional de EE.UU. evolucionó más lentamente y con menos disidencia. Sus instituciones no fueron derrocadas; se adaptaron. Las ilusiones de consenso y consentimiento cuidadosamente custodiadas durante la mayor parte de la historia del estado se han conservado relativamente intactas, transmitidas desde la prácticamente apócrifa “vieja república” al “New Deal”, y de ahí a la “Gran Sociedad”, “La Mañana en America”, y la república bananera pos-9/11.
¿Por qué no dejar que los pájaros canten? Están enjaulados, la puerta bien trancada, y cuando el ruido se hace muy molesto, como ocurre de vez en cuando, el Estado puede tirar un paño oscuro sobre la jaula para ganar unas horas de paz y tranquilidad.
Pero Julian Assange le sacó de encima el paño a la jaula, Chelsea Manning rompió la tranca de la puerta, y Edward Snowden voló lejos del nido. A Barrett Brown le recortaron las alas y le pusieron un bozal en el pico; pero es demasiado tarde. Barack Obama, Keith Alexander y Mike Rogers no pueden llamar a una conferencia de prensa últimamente sin que Glenn Greenwald se abalace en público dejando caer una carga apestosa sobre sus cabezas.
La “libertad de prensa” está siendo abandonada porque ahora amenaza al estado americano. Esas ilusiones de consenso y consentimiento fueron muy útiles a los políticos estadounidenses por mucho tiempo, pero ahora se están disolviendo y exponiendo al gobierno estadounidense como un instrumento de fuerza bruta igual que todos los demás.
Podemos tener libertad – libertad de prensa, libertad de expresión, libertad de todo tipo imaginable – o podemos tener un gobierno político. No podemos tener las dos cosas a la vez.
Artículo original publicado por Thomas L. Knapp el 12 de febrero de 2014.
Traducido del inglés por Carlos Clemente.