Ni democracia ni elitismo

Cuando los libertarios señalamos los incentivos perversos de la democracia (como hago aquí) corremos el riesgo de ser acusados de elitismo. Sin embargo, los que asumen que la única alternativa al gobierno de la gente es una aristocracia revelan un total desconocimiento de las opciones que tenemos delante de nosotros.

En vez de elegir gobernantes, deberíamos preguntarnos por qué nadie debe gobernar. Pero incluso si no vamos tan lejos, podríamos considerar la idea de que reducir el tamaño y alcance del gobierno, el cual es esencialmente la amenaza de violencia, reduciría también drásticamente el daño producido por aquellos incentivos perversos. El elitismo no es la única alternativa a la democracia- y desde luego no es la más deseable.

Desgraciadamente, algunas críticas libertarias a la democracia hacen creer a los no-libertarios que algunas formas de elitismo son la única alternativa. Cojamos como ejemplo el artículo del profesor de la Universidad Georgetown, Jason Brennan, escrito hace poco para Los Angeles Times, “¿Puede la epistocracia, o el voto basado en el conocimiento, arreglar la democracia?”, extraído de su libro Contra la Democracia.
Brennan empieza comentando el defecto inherente a la democracia: “El votante medio ejerce un gran poder sobre lo que los políticos realizan en última instancia, Pero- y aquí está el problema- el votante medio suspendería un examen sobre conocimientos básicos de economía o Ciencia Política.

“Desde hace 60 años, científicos políticos han estudiado lo que los votantes realmente saben. Los resultados son deprimentes. Cientos de diferentes estudios, como el de American National Election Studies, muestran que el votante medio es ignorante o está mal informado no sólo sobre las disciplinas sociales necesarias para evaluar las propuestas políticas de los candidatos, sino también sobre datos básicos, como cuál es la tasa de paro y si esta es creciente o decreciente.

“Esto no es culpa de los colegios públicos. No se debe a que Fox News o MSNBC (elija) engañen a los pobres votantes con elaboradas mentiras. No es porque la gente sea naturalmente estúpida o incapaz de pensar por sí misma. Es porque la democracia genera malos incentivos.

“Como votamos colectivamente importa, pero como vota cada uno de nosotros, no. La posibilidad de que un voto individual marque alguna diferencia es insignificantemente pequeña. Por lo tanto, tenemos pocos incentivos para informarnos de las cosas relevantes que nos permitan votar de manera cuidadosa y meditada.

“Aunque no todo lo que los gobiernos hacen es decidido por los votantes- partidos y funcionarios tienen una gran independencia- lo que los votantes quieren marca la diferencia. Y como los votantes están, por lo general, desinformados, tenemos peores políticas de las que tendríamos con un electorado mejor informado.”

Dejaré para otro momento la discutible frase de Brennan de que este “electorado mejor informado” está realmente mejor informado. (Cuando este electorado dice que favorece “el libre comercio”, ¿realmente quiere decir comercio regulado a través de pactos gubernamentales, que debe ser lo que algunos del supuesto peor informado electorado teme?)

En su lugar, me centraré en su “alternativa a la democracia llamada epistocracia”. Brennan dice: “En una democracia, cada ciudadano tiene el mismo derecho a votar. En una epistocracia, el poder de votar continúa, pero los votos valen diferente: los votos de los ciudadanos con más y mejores conocimientos cuentan más.”

Brennan expone varias formas de implementar una epistocracia, insistiendo en que “las epistocracias deberían mantener algunas cosas -como nuestros derechos básicos- alejadas de la mesa de negociación. Deberían descentralizar el poder porque la concentración de poder entre unos pocos invita al abuso. Las epistocracias deberían tener límites constitucionales, revisión judicial, un sistema de contrapesos y una declaración de derechos- justo como las democracias representativas.” Esto supone un alivio, pero ¿podemos realmente confiar en la élite informada para comprender los derechos básicos? (¿Lo consiguieron los redactores de la Constitución? Argumento que no en La contra-revolución americana: La Constitución revisada.)

Incluso con estas limitaciones, la propuesta de Brennan sigue siendo elitista. Rod Dreher de The American Conservative escribe,
“Restringir el voto a la élite informada no es una solución. Yo preferiría ser gobernado por las primeras mil personas que acudieron al Daytona 500 que por las personas que estuvieron el viernes por la noche en la sala con Hillary Clinton y Barbra Streisand. Adivina quién tiene más poder en nuestra sociedad actualmente. Correcto: la élite informada. Así es como funciona una meritocracia. La epistocracia del profesor Brennan sólo le daría más poder- para nuestro propio beneficio.”

Brennan ciertamente no mitiga la carga elitista cuando dice:

“Alguno objetaría que la epistocracia es esencialmente desigualitaria. En una epistocracia, no todo el mundo tiene el mismo poder de voto. Pero, ¿cuál es el problema? Sólo algunas personas tienen licencia de fontanero o peluquero porque aceptamos que sólo algunas personas están capacitadas para arreglar tuberías o cortar el pelo. Quizás solo algunas personas, en vez de todas las mayores de 18. están realmente capacitadas para decidir quién lidera el país más poderoso del planeta.”

¿Necesito señalar lo increíble que resulta que un libertario recurra a las licencias para defender su plan para conseguir una distribución desigual de poder de voto? En teoría, las licencias son la manera que el estado tiene de determinar quienes pueden y quienes no pueden realizar actividades, supuestamente en beneficio de los consumidores. En realidad, la concesión de licencias es la forma a través de la cual los profesionales que la obtienen excluyen a la competencia y lastran la innovación para mantener así los ingresos monopolísticos a los que se han acostumbrado. Es un sistema de privilegios.

Los problemas de la elección pública con cualquier forma de epistocracia hace tiempo que son conocidos, y Brennan está familiarizado con ellos. Por ejemplo, ¿quién haría el examen que determinase quién puede votar más o que su voto valiese más? Incluso si asumimos que Brennan tiene buenas ideas sobre cómo hacer un examen justo, la elección pública nos da motivos para dudar que sus ideas fuesen adoptadas.

Otro problema con los exámenes está relacionado con la distinción que hace Gilbert Ryle’s entre “saber cómo” y “saber algo”. Alguien puede desconocer los datos preguntados en el examen -¿Qué es la tasa de paro? ¿Qué partido controla el Congreso? Etc.- pero tener intuiciones libertarias sobre lo que el gobierno no debería tener capacidad de hacer con él. ¿Por qué debería valer menos el voto de esa persona que el voto de, por ejemplo, Paul Krugman o George Will?
Lo triste es que Brennan no tenía que haber ido por ese camino. Sólo necesitaba señalar los defectos de la democracia, comparar la estúpida acción “pública” con la razonablemente inteligente acción privada, y pedir una reducción sustancial del gobierno- si no su abolición. ¿Era necesario elaborar una teoría elitista bajo el nombre de epistocracia?
Albert Jay Nock lo explicó correctamente al principio de su famoso libro, Nuestro enemigo, el Estado:

“Si miramos bajo la superficie de nuestros asuntos públicos, podemos observar un hecho fundamental, una enorme redistribución de poder de la sociedad al Estado. Este es el hecho que interesa a los estudiantes de la civilización. Todo lo demás tiene un interés secundario derivado de éste, como la fijación de precios, la fijación de salarios, la inflación, la política bancaria y el resto de temas relacionados con políticas estatales que llenan las páginas de los periódicos y las bocas de periodistas y políticos. Estas cuestiones tienen una importancia temporal e inmediata, por ello monopolizan la atención pública, pero todas ellas representan lo mismo, esto es, un incremento del poder del Estado y un correspondiente decrecimiento del poder social.

Desafortunadamente no se entiende bien que, como el Estado no tiene dinero propio, no tiene poder propio. Todo el poder que tiene es el que la sociedad le da, además del que confisca de vez en cuando con un pretexto u otro; no hay otra fuente de la cual el Estado puede conseguir su poder. Por lo tanto, toda obtención de poder por parte del Estado, ya sea por donación o por confiscación, deja a la sociedad con mucho menos poder. Nunca hay, ni puede haber, un aumento del poder del Estado sin una correspondiente pérdida de poder social.” (énfasis añadido)

Poder social es el término que emplea Nock para referirse al conjunto de relaciones pacíficas y voluntarias -mercado, etc.- entre individuos libres. Por lo tanto el mejor marco político para la gente no es la democracia ni la epistocracia, sino el liberalismo clásico, o lo que hoy día llamamos libertarismo.

Anarchy and Democracy
Fighting Fascism
Markets Not Capitalism
The Anatomy of Escape
Organization Theory