The following article is translated into Spanish from the English Original, written by Kevin Carson.
El debate presidencial sobre política exterior en Estados Unidos dio lugar a que ambos candidatos dijesen más tonterías de lo esperado. Mitt Romney, por ejemplo, se refirió a Hugo Chávez de Venezuela como “uno de los peores actores del mundo”. En respuesta a una declaración de la administración Obama en la que se afirmaba que “Estados Unidos ha dictado”, Romney dijo que “los Estados Unidos no dictan a otros países, sino que liberan a otros países de sus dictadores”. Y se refirió a Irán como el “el mayor patrocinador del terrorismo a nivel mundial”, tras lo cual clamó para que Ahmadinejad sea acusado por genocidio.
Es difícil saber si Romney es en realidad tan abismalmente ignorante, o si está tratando de resonar oportunísticamente con la estupidez de su audiencia.
Empecemos con Chávez. Ciertamente ha mostrado una alarmante tendencia hacia el autoritarismo y caudillismo como presidente de Venezuela. Pero seguramente su “Socialismo Bolivariano” no es mínimamente tan horrible como el régimen con que los Estados Unidos le hubiese gustado reemplazarlo (y todavía le gustaría hacerlo) si el atentado de golpe de estado en el 2002 hubiese tenido éxito. En el mejor escenario posible se hubiese reinstalado el saqueo corporativo de activos estatales, la firma de falsos “tratados de libre comercio,” y la disolución de los sindicatos tal como lo hizo Paul Brenner a través de la Autoridad Provisional de Irak. En el peor de los escenarios, apelaría al uso de los mismos asesinatos de activistas laborales a través de fuerzas policiales secretas y escuadrones de la muerte, tal como lo han hecho repetidas veces otros regímenes en América Latina apoyados por Estados Unidos en décadas pasadas. En cualquiera de los dos escenarios podría esperarse la expropiación masiva de tierras cultivadas por campesinos para regalárselas a latifundistas.
Aparentemente el criterio que el estado en Estados Unidos aplica para calificar a alguien de “mal actor” es su poca disposición a acatar órdenes de Washington. Y peor aún si se las arregla para mantener el poder incluso cuando Washington lo ha castigado por ello.
Acerca de lo de “liberar a los países de sus dictadores”, me produce hasta vergüenza ajena que a estas alturas alguien pueda pretender decir tal cosa de los Estados Unidos. Claro, Estados Unidos liberó a Guatemala, a Irán y a Indonesia. Y Mobutu construyó pirámides con las calaveras de aquellos a los que liberó. Empezando con Goulart en Brasil y Allende en Chile, y continuando con la Operación Cóndor en los años 70, los Estados Unidos “liberó” a un país tras otro en la región de los gobiernos izquierdistas electos por sus propios habitantes, y los reemplazó con dictaduras militares. Durante esa época uno podía identificar al “Mundo Libre” por todas las dictaduras instaladas por los Estados Unidos, en lugar de por la Unión Soviética.
Y cada vez que uno ve un ranking del gobierno de Estados Unidos en cuando a “patrocinadores del terrorismo de estado” debería acordarse de que el subtítulo implícito siempre es “excepto los Estados Unidos”. Desde el régimen militar que suplantó a Arbenz en 1954 hasta los contras en Nicaragua treinta años más tarde, el uso sistemático de escuadrones de la muerte para aterrorizar a los activistas laborales y los campesinos sin tierra y mantenerlos dóciles, ha sido un arma favorita del arsenal americano.
Esto aparte del uso directo del poder militar estatal como arma terrorista, como la voladura deliberada de plantas eléctricas y sistemas de purificación de agua. Cuando se trata del asesinato de cientos de miles a través de bombardeos incendiarios como instrumento de terrorismo de estado, los Estados Unidos son los campeones peso pesado invictos desde 1945.
Y no es que Obama sea mejor en absoluto. Los demócratas liberales, tanto como los republicanos, hacen política exterior bajo el supuesto declarado por Chomsky de que “Estados Unidos es el dueño del mundo”. Obama, tanto como Romney, cree que los Estados Unidos tiene una especie de obligación mesiánica de mantener la “seguridad global” determinando los resultados de las disputas internacionales, instalando gobiernos “responsables”, y decidiendo quién puede tener bombas nucleares. Obama, tanto como Romney, cree que Estados Unidos es el único país cuya capacidad de “defensa” debería basarse no en “necesidades legítimas de defensa”, sino en la capacidad de hacer exigible su voluntad sobre el resto del mundo. Obama cree, tanto como Madeline Albright cuando se dedicaba a hacer llover la muerte desde los cielos sobre Yugoslavia, que los Estados Unidos son “la nación indispensable para el mundo”.
Obama puede que piense que los Estados Unidos a veces “comete errores” al llevar a cabo este destino mesiánico, pero jamás cuestiona la legitimidad de dicho destino en sí mismo. Romney usa retórica recalcitrante para encender los corazones de los jingoístas intolerantes de su base. Pero la retórica más pacífica de Obama equivale a poco más, en la práctica, a la actitud de James T. Kirk tal como se expresa en la canción novedad “Star Trekkin'”: “Venimos en paz: ¡Disparen a matar!”
Termine como termine la carrera presidencial del 2012, el ganador creerá que los Estados Unidos tiene un rol único en cuanto a decirle a otras naciones del mundo lo que tienen que hacer. Asesinará gente, incluyendo ciudadanos americanos, de a miles, con vehículos aéreos no tripulados, sin tener que rendirle cuentas a absolutamente nadie. Y considerará la capacidad de cualquier país para defenderse de un ataque americano como una “amenaza”.
La política exterior será la misma. Pero tú escogerás si la quieres empaquetada en retórica liberal á la Kennedy, o retórica troglodita en el mejor estilo de “mátenlos a todos y que Dios se encargue de salvarlos”. En otras palabras, qué prefieres: ¿Coca-Cola ó Pepsi?
Artículo oroginal publicado por Kevin Carson, el 24 de octubre de 2012.
Traducido al Inglés por Carlos Clemente.