No, esta columna no trata sobre religión, sino sobre el gobierno. Pero es disculpable confundirlos a los dos, al menos si uno lee el New York Times:
El programa de estímulo federal ha salvado o creado unos 650.000 empleos a través de ayudas a los estados, proyectos de infraestructura y contratos federales, según proclamaba la Administración Obama el viernes por la mañana, añadiendo que el gobierno cree que está en vías de poder cumplir su meta de 3,5 millones de puestos de trabajo en dos años.
¡Crear! ¡Salvar! Dos cosas que los partidarios del gobierno querrían hacernos creer que es el objetivo, pero que suena tremendamente parecido a lo que hace Dios para los creyentes:
Y Obama amaba tanto a América que le dio a su único Estímulo, y quien creyera en él no sería nunca despedido, sino que tendría un puesto de trabajo eterno.
La diferencia fundamental entre el gobierno y la religión es que ésta se basa fundamentalmente en la fe, mientras que existe la posibilidad de evaluar las estimaciones del gobierno… y éstas suelen quedar en bastante mal lugar.
Según la Biblia, Dios creó al hombre de un montón de polvo y un aliento de vida. Tomó sustancias inertes y les dio la vida, convirtiendo cosas sin mucho valor en algo mucho más valioso.
El Estado hace lo contrario: las veces que “crea” algo, lo hace a costa de cosas mejores. Resta valor a todo cuanto toca. Para “crear” un empleo de salario igual a 50.000 dólares al año, quita muchas veces esos 50.000 dólares de la gente que está creando empleos con ese dinero.
Incluso creyéndonos las infravaloradísimas estimaciones del presidente Obama sobre el coste del estímulo, que cifra en 800 millardos de dólares, y las estimaciones de empleo, esos 650.000 empleos fueron creados, o mejor dicho, “salvados” a un coste de un millón doscientos mil dólares per capita.
Haciendo estimaciones a vuelapluma que en principio deberían favorecer las cifras del estímulo, tomemos un salario anual de 50.000 dólares al año, que ya es mayor que el PIB per cápita del país, más otros 50.000 de costes que soporta el empresario como los impuestos, el seguro de empresa, el prorrateo del coste de contratar al trabajador, etc., que llevan el coste de un puesto de trabajo a 100.000 dólares.
Si yo le doy a usted un millón doscientos mil dólares y le digo que se ponga a contratar gente, quedándose usted con la nada despreciable cifra de 200.000 dólares, debería poder crear 10 empleos. Enhorabuena, es usted diez veces más eficiente que el gobierno, a pesar de que se le está pagando la mitad y no tiene el extenso paquete de beneficios que tiene el bueno de Obama.
Por ponerlo de otra forma: si Obama es el Mesías, su programa de salvación requiere poner diez almas en el infierno por cada par de pies que hollen las calles de oro de la ciudad eterna que está construyendo. Que por cierto, eso es la buena noticia: la mala es que el coste del estímulo puede ser como cuatro veces mayor de lo que dice la Casa Blanca, según diferentes analistas y think tanks.
El gobierno NO “crea” ni “salva” empleos. El gobierno no hace milagros, sino magia de salón. Hace desaparecer cosas como el dinero y los puestos de trabajo en los bolsillos de la hermosa azafata (en este caso, sus no tan hermosos aliados de los intereses especiales) mediante el truco de la ineficiencia… lo cual no redunda en beneficio de la audiencia, sino en su detrimento.
Artículo original publicado por Thomas L. Knapp el 30 de octubre de 2009.
Traducido del inglés por Joaquín Padilla Rivero.